15 Jun

La proclamación en 1788 de Carlos IV como nuevo Rey de España, dio lugar a que don Ignacio Costera y don Bernardo Bonabia hicieran la propuesta al Virrey de Revillagigedo de construir dos estatuas en honor tanto al nuevo Rey Carlos IV, como de su antecesor Carlos III. Pero, por falta de recursos, solamente pudo construirse una de ellas, la de Carlos IV, y fue colocada en la Plaza Mayor sobre un pedestal de mármol, pero tuvo que ser tallada en madera por Santiago Sandoval, indígena proveniente del barrio de Tlatelolco, como era de esperarse, esta estatua tuvo una corta duración, y al cabo de dos años, ya se encontraba prácticamente destruida.

Para el 12 de julio de 1794, un nuevo Virrey llegó a la Nueva España, Miguel de la Grúa Talamanca, quien había dejado muy mala reputación en España por una serie de actos de corrupción, los cuáles indujeron a Carlos IV a llamarle fuertemente la atención. Para tratar de congratularse con el rey, envió una carta solicitándole que accediese a que en la Plaza Mayor de México se le erigiese una nueva estatua en bronce, la cuál sustituiría a la anterior. En aquella carta se decía que la escultura tendría un costo de 18,700 pesos, presupuesto que sería cubierto en su totalidad por el mismo virrey, anexos a la carta, se enviaron los proyectos de la escultura y del pedestal que había sido diseñado por el escultor y arquitecto Manuel Tolsá.

A pesar de que la estatua era considerada una obra de arte, no agradaba mucho el hecho de que la pata trasera derecha del caballo aplastara un águila y un carcaj, simbolizando la destrucción del imperio azteca.


Los días de la estatua parecían estar contados cuándo Guadalupe Victoria, primer presidente de la república, propuso que fuera fundida y empleado su material para la fabricación de monedas u otra aplicación de utilidad. Para fortuna de la estatua, correspondió a don Lucas Alamán, hombre ilustrado y entonces ministro de Relaciones Interiores y Exteriores del nuevo gobierno, sugerir que la obra fuera conservada y para su protección se trasladara a otro sitio, en donde no estuviera a la vista del público.


El sitio elegido fue el claustro de la Pontificia y Nacional Universidad de México. Una vez tomada la decisión en mayo de 1823, antes de iniciar el traslado se buscó la manera de eliminar el águila y el carcaj, y así evitar el motivo principal del rechazo público.

Cuando se trasladó la escultura al claustro de la Pontificia Universidad, se pretendió eliminarlos con cincel y martillo, por ser estos un signo infamante a la nacionalidad mexicana. El proyecto original de Tolsá en cera para la escultura de bronce no tiene ningún águila bajo la pata y muestra solamente el carcaj, lo que nos da a entender que probablemente dicha águila sólo existió en la primera escultura que fue de madera. El carcaj no se eliminó porque era necesario para dar soporte a la escultura, aunque el carcaj simboliza también al imperio azteca.

Estatua ecuestre de Carlos IV / Manuel Tolsá (04/05/1757 - 24/12/1816) / construcción de 1796 a 1803 / estatua en bronce / 4.88 m. de alto x 1.78m. de ancho x 5.40m. de largo; peso aprox. de 6 toneladas.

- Aguirre, Manuel (julio del 2004), "EL CABALLITO" HISTORIA Y SITIOS QUE OCUPÓ. Información y fotografía tomadas de: http://www.mexicomaxico.org/Caballito/caballito.htm 

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